En la primera oración de este domingo, pedimos que «avancemos animosamente hacia aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo». Por su muerte y resurrección Dios ha hecho con nosotros una Alianza Nueva con una ley no escrita en tablas de piedra: «Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones» (1 lectura.). El Evangelio nos recuerda —refiriéndose a la muerte de Cristo— que «ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo (…) muere, da mucho fruto». Imitemos a Cristo, aborreciéndonos a nosotros mismos en este mundo, para guardarnos así para la vida eterna.
Palabra del Señor.